Características
del profesional de la educación de la primera infancia
El
profesional de la educación de la primera infancia ha de tener determinadas
características que lo identifiquen, y que están muy relacionadas con las exigencias
que le demanda la sociedad en la cual desenvuelve su trabajo. Estas particularidades
han de estar obviamente reflejadas en su perfil profesional, pero que por su
importancia en la primera infancia, requieren de una reiteración, por lo que
en este acápite se ha de profundizar al respecto.
Entre
las características que deben caracterizar el quehacer profesional del educador
de estas edades se encuentran el mantener una ética profesional consolidada
y una responsabilidad social que le permita formar en sus educandos los más
nobles y puros sentimientos hacia lo que les rodea: el medio ambiente, la familia,
sus educadores, sus coetáneos, su hogar, su país y todo lo que lo representa
una formación acorde con la sociedad en que se desarrollan, y con valores morales
y sociales positivos.
Un
educador de la primera infancia ha de tener una amplia formación cultural general
e integral y un alto nivel creador para iniciar con eficiencia y calidad la
formación estética de sus pequeños educandos, así como para desempeñar un papel
importante como promotor de la cultura en su entorno, siendo a la vez, un ejemplo
de educador, formador de elevadas cualidades éticas y estéticas.
Dado
que su objeto de trabajo son los niños de cero a seis-siete años, el profesional
ha de poseer un conocimiento pleno de las particularidades del desarrollo de
los niños que forma y educa, tanto desde el punto de vista de su desarrollo
fisiológico como psicológico, que le permita una comprensión cabal de sus necesidades,
sus intereses y de los requerimientos propios de estos, para lograr un sano
desarrollo de la personalidad.
A
su vez, este profesional ha de dominar las habilidades pedagógicas necesarias
e indispensables para dirigir un proceso educativo complejo con niños de las
edades entre 0-6 años, los cuales presentan particularidades diferentes en cada
grupo evolutivo que atiende, niños que se caracterizan por un acelerado proceso
de desarrollo físico y mental, y que exige la aplicación de procedimientos pedagógicos
específicos y disímiles, y en los que ocurren cambios significativos en breves
períodos de tiempo.
Esto
conlleva a su vez el que este educador de la primera infancia haya formado habilidades
para organizar, estructurar y orientar el proceso educativo, en todas sus variantes,
dirigido a la participación conjunta de él como educador y de los niños, que
constituyen el eje central de su accionar pedagógico.
De
igual manera, y esto es un elemento importante, este profesional ha de que
poseer las habilidades necesarias para realizar un trabajo de atención preventiva
y de orientación de la salud y el bienestar de sus niños, que requieren un extremo
cuidado para atender todas sus necesidades básicas fundamentales (alimentación,
aseo y sueño) y prever los peligros a que están expuestos debido a su vulnerabilidad,
fragilidad y poco desarrollo del validísmo y la independencia.
Igualmente
ha de tener capacidad para diagnosticar y evaluar el nivel real de competencia
de los niños que educa, y la dinámica del proceso de desarrollo de cada uno
de ellos de manera sistemática, de modo tal de poder ejercer acciones para compensar
las deficiencias posibles que se puedan presentar en alguno de ellos, mediante
vías afines a su labor educativa.
La
atención a la diversidad significa que el educador de la primera infancia ha
de ser capaz de dar una respuesta educativa personalizada a los educandos, que
pueden ser muy diversos y pertenecientes a medios y procedencias culturales
distintas, y ser a su vez capaz de trazar las estrategias más adecuadas que
le permitan introducir oportunamente las transformaciones pedagógicas y de tipo
metodológico necesarias que lo conduzcan al éxito educativo, de acuerdo con
las capacidades y necesidades de cada uno de ellos.
Un
educador de la primera infancia ha de poseer la sensibilidad necesaria para
comprender la significación de la labor que realiza, y considerarse el máximo
responsable de la calidad del aprendizaje y el desarrollo de los niños, a fin
de lograr el máximo desarrollo posible de las potencialidades de cada educando
y logre prepararlos eficientemente para su ingreso a la escuela básica, y lograr
que disfruten plenamente la niñez en actividades propias de su infancia.
Todo
esto ha de acompañarse en primer grado, de una capacidad para comunicarse con
los niños con afecto, bondad e inteligencia, y propiciar en todo tipo de actividad
que realice con ellos, las mejores relaciones interpersonales, así como la de
establecer las relaciones necesarias con otros educadores, con la familia y
con la comunidad a los efectos de unificar criterios educativos y lograr que
todo lo que los rodea influya positivamente en su formación y desarrollo.
El
profesional de la educación de la primera infancia ha de ser capaz investigar
y reflexionar acerca del efecto transformador del trabajo educativo que realiza
con los niños, la familia y la comunidad, en función de extraer el máximo provecho
a las potencialidades ilimitadas de estos, así como llevar a cabo soluciones
para los problemas de la práctica cotidiana derivados de sus acciones de investigación.
Asimismo,
este educador ha de tener la capacidad para evaluarse y para someter a la evaluación
externa su comportamiento como educador, como vía para valorar crítica
y autocríticamente su propio trabajo, rectificar sus errores, perfeccionar sus
métodos y asimilar y utilizar, de manera reflexiva las observaciones y señalamientos
que se le hagan a su labor, así como apropiarse de la mejor experiencia, con
criterio de selección. de saber, de actualizarse y elevar su nivel cultural,
científico y profesional de manera permanente.
Estas
características indican que el educador de la primera infancia ha de tener conciencia
de su condición de personas en construcción permanente de su ser, de un constante
mejoramiento, con derecho a equivocarse, pero con interés por aprender y asumir
su rol en la dirección del proceso educativo, educadores de mente abierta dispuestos
a un análisis constante de su quehacer para perfeccionarlo cada día.
A
las características anteriores se unen otras muchas particularidades que son
consustanciales a un educador de estas edades, como es el sentir amor y respeto
por su profesión y dedicación a la misma, ser observador y analítico de los
hechos y fenómenos que suceden a su alrededor, ser organizado, cooperador, responsable
de sus funciones y con una buena actitud hacia su trabajo, en el que sea modelo
de disciplina y ejemplaridad, de iniciativa y creatividad, con amor y sensibilidad
hacia el arte, la naturaleza, el desenvolvimiento social.
Todas
estas cualidades han de constituir parte integral de la personalidad de un educador
de la primera infancia, pero en la que ha de descollar el amor y respeto hacia los niños y mostrar la maestría
y tacto pedagógico indispensables para formar y educar a los niños de esta edad,
a su familia y a la comunidad a la que pertenecen.
- Diseño curricular y perfil del profesional
Del
análisis de las definiciones y tendencias expuestas anteriormente hasta aquí,
se infiere que, bajo el término de diseño curricular se encierra un concepto
polisémico que se emplea indistintamente para referirse a planes de estudio,
programas, objetivos e incluso a la instrumentación didáctica del proceso de
enseñanza – aprendizaje. Cada autor le da una interpretación al diseño curricular
en correspondencia con su visión de la problemática educativa, la cual está
determinada por su posición filosófica en la sociedad en que vive, lo que a
su vez determina las concepciones psicológicas y pedagógicas en que se apoya.
Cuando
el diseño curricular está visto en relación con el perfil o modelo de un profesional,
puede afirmarse que se sustenta en teorías curriculares que representan ciertas
regularidades sobre las cuales se puede establecer determinados modelos metodológicos
para la concepción dicho currículo.
El diseño
curricular para la formación de educadores es parte de la Pedagogía, por lo
que los modelos de desarrollo curricular generalmente se sustentan en las teorías
didácticas. En el caso que nos ocupa, el diseño curricular es el proceso dirigido
a elaborar la concepción del perfil del profesional de la educación de la primera
infancia, por cuanto se considera que este perfil o modelo del profesional
cumple dos funciones: actúa como punto de partida en la elaboración del plan
de estudio y es contexto referencial del planeamiento y ejecución del proceso
docente, y en un plazo más mediato, conforma el patrón evaluativo de la calidad
de los resultados del graduado como profesional y como ciudadano.
En
la formación del educador la determinación del perfil del profesional como parte
importante del diseño curricular es una etapa significativa dentro de este
proceso, por cuanto, a partir de él se determinan los demás componentes del
diseño curricular que permiten a la institución correspondiente, formar al profesional
sobre la base de los resultados esperados, y que se encuentran contenidos en
dicho perfil.
En
la literatura especializada se abordan indistintamente los términos modelo o
perfil del profesional. El modelo del profesional es el ideal que se desea
formar en un determinado campo. Es una descripción cualitativa en
el marco ideal de lo que debe ser y hacer este profesional, y por lo tanto,
constituye una generalización. Es, dicho en otras palabras, lo ideal normado.
El
modelo del profesional se concreta en el perfil que lo caracteriza, teniendo
en cuenta sus cualidades, las habilidades, los conocimientos y actitudes que
este deberá asumir para resolver los problemas en un campo de acción determinado.
El perfil permite determinar las vías para la consecución del modelo.
Cuando
se hace referencia entonces a un modelo del profesional, hay que remitirse necesariamente
al concepto de profesión. Según G. Labarrere, por profesión en la educación
ha de entenderse el tipo de actividad laboral que exige del hombre determinado
un volumen de conocimientos, habilidades y hábitos generales y especiales, los
cuales se adquieren en el trabajo docente-educativo y en el trabajo práctico.
Cada
profesión le plantea a la personalidad de los distintos tipos de especialistas
una serie de exigencias derivadas de las necesidades sociales en las diferentes
esferas laborales. Estas exigencias pueden variar, en relación con el nivel
de desarrollo de la propia sociedad, y de aquello que constituye su objeto de
trabajo, en el caso actual, la formación y educación de los niños en la primera
infancia.
Pudiera
significarse que los modelos profesionales ejercen un impacto regulador sobre
el ejercicio profesional, en tanto representan el peso de lo instituido por
la sociedad. Desde este punto de vista el perfil del profesional es siempre
una demanda de la sociedad.
Esto
podría entenderse como un trasfondo de la realidad común que moldea la conducta
de los profesionales, incluyendo en ella cierto margen de regularidad, previsibilidad
y continuidad. Operan como patrones normativos del ejercicio profesional en
su máximo nivel de singularidad, o sea, el profesional en su situación
de trabajo. En términos más específicos constituye un prototipo de disposiciones,
relativamente duraderas, en los modos de actuar, pensar y sentir la actividad
profesional. Tales disposiciones se articulan dando forma a configuraciones,
más o menos estables de rasgos, cualidades y atributos, habilidades, hábitos,
que definirán el "ser en sí " de la profesión, en las condiciones
socio-históricas particulares.
Antes
de entrar en el proceso de configuración del perfil o modelo del profesional
de la educación y más particularmente, del educador de la primera infancia,
es oportuno exponer algunas ideas acerca de qué es un profesional en sentido
general.
El
profesional es una persona que:
§
Tiene
una ocupación con la cual está comprometido;
§
Tiene
una motivación e inclinación por su carrera y la mantiene durante toda su vida;
§
Posee
y domina, como resultado de un proceso largo de formación, conocimientos y habilidades;
§
Usa
sus conocimientos en función de los beneficiarios;
§
Posee
un sentimiento especial por la contribución que brinda;
§
Es
experto en el área específica en que fue preparado;
§
Puede
agruparse en asociaciones para satisfacer necesidades de la población a la que
presta sus servicios;
§
Asiste
a eventos y mantiene contactos diversos con sus colegas para beneficio del oficio.